Siempre
he sentido un gran interés por todo lo relacionado con el mundo de misterio,
hasta el punto de visitar dos lugares tan emblemáticos en España como el
cercano pueblo de Bélmez de la Moraleda
para contemplar in situ la “Casa de las Caras” ( https://espiritucafetero.blogspot.com/2014/03/una-visita-la-casa-de-las-caras-de.html
) y el abandonado “Pueblo Maldito de Ochate”, situado en el Condado burgalés de
Treviño, a muy pocos kilómetros de Vitoria ( https://espiritucafetero.blogspot.com/2019/08/una-visita-ochate-el-pueblo-maldito.html
), dos lugares emblemáticos en el mundo del misterio y lo paranormal.
A
pesar de ello, a mis 45 años sólo he tenido un par de situaciones a las que no
les he podido encontrar una explicación lógica y racional (soy tan amante del
misterio como escéptico, seguramente por mi carácter analítico), siendo la
primera de ellas la que ya os he contado con anterioridad en este mismo blog en
este texto sobre mi “Visitante de Dormitorio” particular ( https://espiritucafetero.blogspot.com/2015/07/mis-contactos-con-el-misterio-i.html
) y la segunda la que os voy a relatar a continuación.
Este
suceso me ocurrió exactamente el lunes 30 de marzo de 2009, en una tarde como
cualquier otra, justo unos días antes del comienzo de la Semana Santa. Por
aquella época trabajaba en una fábrica de muebles de cocina y por el puesto que
ocupaba sufría mucha presión en esas fechas (las dos semanas anteriores a
Navidad, Semana Santa o vacaciones de verano) puesto que nuestros clientes siempre
querían tener colocadas sus cocinas con anterioridad a sus días de descanso.
Mi
trabajo consistía principalmente en atender a los clientes, preparar
presupuestos, realizar los pedidos de material y organizar el trabajo de la
fábrica, y sólo en ocasiones puntuales con clientes que conocía personalmente realizaba
las mediciones en las casas, y esa tarde fue uno de esos casos excepcionales
puesto que a la hora de cerrar (sobre las 20:00) había quedado con un conocido que
salía a esa misma hora para tomar las medidas de su cocina.
Ese
día, que por otra parte recuerdo que había sido bastante ajetreado, tuve la
suerte de salir a mi hora y raudo me encaminé con la ficha del cliente, mi flexómetro
y la falsa escuadra hacia el lugar en el que nos habíamos citado puesto que su
piso estaba en la Avenida y quedaba camino de mi casa. Cuando estaba acercándome
al lugar de la cita vi a lo lejos como mi cliente también estaba llegando y nos
encontramos en la puerta del bloque de pisos donde se iba a ir a vivir
próximamente.
Al
entrar en el bloque, que tenía seis plantas de altura, vi que contaba con dos
ascensores y tras subir las escaleras de dentro nos montamos en el de la
derecha, llegando rápidamente a la cuarta planta donde nos esperaba su futura
esposa. Todo discurría con naturalidad, pudiendo tomar las medidas con
tranquilidad mientras charlaba afablemente con mis clientes y les explicaba las
opciones de distribución que teníamos mientras ellos me decían las cosas que
querían poner, tomando nota de cada una de sus necesidades para adaptarlas a las
medidas y sacarle el máximo aprovechamiento posible.
Cuando
terminé estuvimos unos cinco minutos hablando junto al portal puesto que yo no
tenía mucha prisa, había terminado mi jornada laboral y ya estaba relajado,
despidiéndome de ellos y quedando en avisarlos cuando tuviese preparado el
presupuesto y el dibujo en perspectiva de la distribución. La puerta se cerró a
mi espalda, y fue a partir de este momento cuando se produjo el suceso que me
hace escribir este post.
Una
vez me encontraba solo en el descansillo fui a llamar al ascensor más próximo a
su puerta, pero me encontré que estaba en marcha, por lo que me encaminé hacia
el otro ascensor y le di al botón de llamada. No tardó mucho en llegar y entré
rápidamente en el mismo, pulsando el botón del “0” para bajar cuando se terminó
de cerrar la puerta. Todo parecía normal, el número “4” se veía en el panel
digital que marcaba el piso en el cual se encontraba y el ascensor se puso en
marcha conmigo recostado sobre la pared trasera, pero de repente…
…,
para mi sorpresa, el siguiente número que dibujó el panel digital fue el “5”,
lo cual me sorprendió en un primer momento, aunque tampoco me supuso ningún
temor puesto que pensé para mi “ya han
llamado al ascensor desde arriba, este es de los que si va subiendo hace el
trayecto completo; luego bajaré…”. Lo cierto es que no me inquietó, pero
pensándolo con perspectiva no tenía conciencia clara de si estaba subiendo o
bajando, sólo de que se movía.
Cuando
realmente empecé a preocuparme fue cuando vi el número “6” en el panel y el
ascensor no se paró, comenzando a pasar por mi cabeza todo tipo de imágenes
como la del clásico de terror de 1983 “El ascensor”, o incluso la imagen de las
gemelas de “El Resplandor”.
Empecé
a ponerme nervioso, no entendía cómo podía estar todavía en movimiento, pero
cuando realmente comencé a tener una taquicardia más que notable fue al ver
como aparecía el “7” en ese jodido panel digital.
Llegado
este punto, que apenas duró unos segundos, me encontraba muy nervioso y confuso
y mi mente no hacía nada más que pensar “si
el bloque tiene sólo 6 pisos…, ¿QUÉ COÑO ESTÁ PASANDO AQUÍ…?”. Los papeles
que tenía en mi mano enrollados a la falsa escuadra empezaron a arrugarse por
la presión ejercida por mi mano.
Mi
estado llegó a la estupefacción total cuando vi el “8” en el panel; no entendía
que estaba pasando en ese ascensor y entonces, de repente, se paró de manera
brusca y ante mi atónita mirada el “8” se convirtió en un “0”. Abrí la puerta
en un instante y salí trastabillándome, las piernas me temblaban y las sentía
como de gelatina, bajando de dos zancadas los ocho o diez escalones que había
entre los ascensores y la puerta del bloque, la cual abrí de un manotazo y salí
del bloque poniendo pies en polvorosa, con las piernas temblándome y sin mirar
atrás. Tardé unos minutos en tranquilizarme puesto que no hacía nada más que
darle vueltas a la cabeza para intentar darle una explicación racional a lo que
me había sucedido, y justo antes de llegar a mi casa pude serenarme, aunque esa
noche la pasé en vela dándole vueltas a la cabeza.
Me
he tirado mucho tiempo pensando en lo sucedido y lo que lo podía haber
producido:
-
¿Alucinación por cansancio?
-
¿Sugestión por haber visto las películas
anteriormente nombradas unas semanas antes de lo sucedido?
-
¿Un error técnico?
-
¿Un suceso paranormal?
Realmente no sé
qué fue lo que sucedió, (la sugestión la he descartado porque de ser así, y
teniendo en cuenta la cantidad de películas de terror que he visto, mi vida
tendría que ser una pesadilla continua), ni siquiera si era un hecho habitual porque,
aunque montamos unas semanas después la cocina, no me he molestado en preguntar
si eso le sucedió a alguien más en ese bloque, simplemente di carpetazo al
suceso y decidí quedarme con el recuerdo de lo que sentí en aquel momento. Quizá compartir este texto me ayude a encontrar la solución...
Y a vosotros,
¿¿¿os ha sucedido alguna vez algo parecido???
Ignacio Ortiz
@00CAFETERO
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