martes, 17 de noviembre de 2020

MIS CONTACTOS CON EL MISTERIO: II - EL ASCENSOR



                Siempre he sentido un gran interés por todo lo relacionado con el mundo de misterio, hasta el punto de visitar dos lugares tan emblemáticos en España como el cercano pueblo de  Bélmez de la Moraleda para contemplar in situ la “Casa de las Caras” ( https://espiritucafetero.blogspot.com/2014/03/una-visita-la-casa-de-las-caras-de.html ) y el abandonado “Pueblo Maldito de Ochate”, situado en el Condado burgalés de Treviño, a muy pocos kilómetros de Vitoria ( https://espiritucafetero.blogspot.com/2019/08/una-visita-ochate-el-pueblo-maldito.html ), dos lugares emblemáticos en el mundo del misterio y lo paranormal.



 

                A pesar de ello, a mis 45 años sólo he tenido un par de situaciones a las que no les he podido encontrar una explicación lógica y racional (soy tan amante del misterio como escéptico, seguramente por mi carácter analítico), siendo la primera de ellas la que ya os he contado con anterioridad en este mismo blog en este texto sobre mi “Visitante de Dormitorio” particular ( https://espiritucafetero.blogspot.com/2015/07/mis-contactos-con-el-misterio-i.html ) y la segunda la que os voy a relatar a continuación.


 

                Este suceso me ocurrió exactamente el lunes 30 de marzo de 2009, en una tarde como cualquier otra, justo unos días antes del comienzo de la Semana Santa. Por aquella época trabajaba en una fábrica de muebles de cocina y por el puesto que ocupaba sufría mucha presión en esas fechas (las dos semanas anteriores a Navidad, Semana Santa o vacaciones de verano) puesto que nuestros clientes siempre querían tener colocadas sus cocinas con anterioridad a sus días de descanso.


 

                Mi trabajo consistía principalmente en atender a los clientes, preparar presupuestos, realizar los pedidos de material y organizar el trabajo de la fábrica, y sólo en ocasiones puntuales con clientes que conocía personalmente realizaba las mediciones en las casas, y esa tarde fue uno de esos casos excepcionales puesto que a la hora de cerrar (sobre las 20:00) había quedado con un conocido que salía a esa misma hora para tomar las medidas de su cocina.



 

                Ese día, que por otra parte recuerdo que había sido bastante ajetreado, tuve la suerte de salir a mi hora y raudo me encaminé con la ficha del cliente, mi flexómetro y la falsa escuadra hacia el lugar en el que nos habíamos citado puesto que su piso estaba en la Avenida y quedaba camino de mi casa. Cuando estaba acercándome al lugar de la cita vi a lo lejos como mi cliente también estaba llegando y nos encontramos en la puerta del bloque de pisos donde se iba a ir a vivir próximamente.




                Al entrar en el bloque, que tenía seis plantas de altura, vi que contaba con dos ascensores y tras subir las escaleras de dentro nos montamos en el de la derecha, llegando rápidamente a la cuarta planta donde nos esperaba su futura esposa. Todo discurría con naturalidad, pudiendo tomar las medidas con tranquilidad mientras charlaba afablemente con mis clientes y les explicaba las opciones de distribución que teníamos mientras ellos me decían las cosas que querían poner, tomando nota de cada una de sus necesidades para adaptarlas a las medidas y sacarle el máximo aprovechamiento posible.



 

                Cuando terminé estuvimos unos cinco minutos hablando junto al portal puesto que yo no tenía mucha prisa, había terminado mi jornada laboral y ya estaba relajado, despidiéndome de ellos y quedando en avisarlos cuando tuviese preparado el presupuesto y el dibujo en perspectiva de la distribución. La puerta se cerró a mi espalda, y fue a partir de este momento cuando se produjo el suceso que me hace escribir este post.


 

                Una vez me encontraba solo en el descansillo fui a llamar al ascensor más próximo a su puerta, pero me encontré que estaba en marcha, por lo que me encaminé hacia el otro ascensor y le di al botón de llamada. No tardó mucho en llegar y entré rápidamente en el mismo, pulsando el botón del “0” para bajar cuando se terminó de cerrar la puerta. Todo parecía normal, el número “4” se veía en el panel digital que marcaba el piso en el cual se encontraba y el ascensor se puso en marcha conmigo recostado sobre la pared trasera, pero de repente…





                …, para mi sorpresa, el siguiente número que dibujó el panel digital fue el “5”, lo cual me sorprendió en un primer momento, aunque tampoco me supuso ningún temor puesto que pensé para mi “ya han llamado al ascensor desde arriba, este es de los que si va subiendo hace el trayecto completo; luego bajaré…”. Lo cierto es que no me inquietó, pero pensándolo con perspectiva no tenía conciencia clara de si estaba subiendo o bajando, sólo de que se movía.


 

                Cuando realmente empecé a preocuparme fue cuando vi el número “6” en el panel y el ascensor no se paró, comenzando a pasar por mi cabeza todo tipo de imágenes como la del clásico de terror de 1983 “El ascensor”, o incluso la imagen de las gemelas de “El Resplandor”.





 

                Empecé a ponerme nervioso, no entendía cómo podía estar todavía en movimiento, pero cuando realmente comencé a tener una taquicardia más que notable fue al ver como aparecía el “7” en ese jodido panel digital.



                Llegado este punto, que apenas duró unos segundos, me encontraba muy nervioso y confuso y mi mente no hacía nada más que pensar “si el bloque tiene sólo 6 pisos…, ¿QUÉ COÑO ESTÁ PASANDO AQUÍ…?”. Los papeles que tenía en mi mano enrollados a la falsa escuadra empezaron a arrugarse por la presión ejercida por mi mano.


 

                Mi estado llegó a la estupefacción total cuando vi el “8” en el panel; no entendía que estaba pasando en ese ascensor y entonces, de repente, se paró de manera brusca y ante mi atónita mirada el “8” se convirtió en un “0”. Abrí la puerta en un instante y salí trastabillándome, las piernas me temblaban y las sentía como de gelatina, bajando de dos zancadas los ocho o diez escalones que había entre los ascensores y la puerta del bloque, la cual abrí de un manotazo y salí del bloque poniendo pies en polvorosa, con las piernas temblándome y sin mirar atrás. Tardé unos minutos en tranquilizarme puesto que no hacía nada más que darle vueltas a la cabeza para intentar darle una explicación racional a lo que me había sucedido, y justo antes de llegar a mi casa pude serenarme, aunque esa noche la pasé en vela dándole vueltas a la cabeza.





                Me he tirado mucho tiempo pensando en lo sucedido y lo que lo podía haber producido:

-          ¿Alucinación por cansancio?

-          ¿Sugestión por haber visto las películas anteriormente nombradas unas semanas antes de lo sucedido?

-          ¿Un error técnico?

-          ¿Un suceso paranormal?



Realmente no sé qué fue lo que sucedió, (la sugestión la he descartado porque de ser así, y teniendo en cuenta la cantidad de películas de terror que he visto, mi vida tendría que ser una pesadilla continua), ni siquiera si era un hecho habitual porque, aunque montamos unas semanas después la cocina, no me he molestado en preguntar si eso le sucedió a alguien más en ese bloque, simplemente di carpetazo al suceso y decidí quedarme con el recuerdo de lo que sentí en aquel momento. Quizá compartir este texto me ayude a encontrar la solución...




Y a vosotros, ¿¿¿os ha sucedido alguna vez algo parecido???


 

Ignacio Ortiz

@00CAFETERO