Ha
llegado el momento de dar a conocer a las que han sido las gimnastas más
completas a nivel individual y se han consagrado como las reinas absolutas de
este deporte. Tras conocer a las mejores en Asimétricas (https://espiritucafetero.blogspot.com/2014/11/gimnasia-artistica-las-paralelas.html),
en Barra de Equilibrio (https://espiritucafetero.blogspot.com/2016/04/gimnasia-artistica-la-barra-de.html)
donde conté con la colaboración de la gran Alicia Fernández, en Suelo (https://espiritucafetero.blogspot.com/2019/05/gimnasia-artistica-femenina-el-suelo.html)
y en Salto (https://espiritucafetero.blogspot.com/2019/10/gimnasia-artistica-femenina-el-salto.html),
donde volví a contar con una colaboración de lujo como la de Paloma
Moro, es un buen momento para dar un repaso a las que se han consagrado
como las grandes triunfadoras en los principales eventos como son los Juegos
Olímpicos y Campeonatos del Mundo, pero además vamos a contar con la
colaboración estelar de algunas de las más importantes gimnastas españolas de
todos los tiempos, que nos van a dar su opinión sobre las que, desde su punto
de vista, han sido las más grandes de la historia.
El
All-Around o Concurso Completo es la máxima expresión de la Gimnasia Artística,
puesto que quien se cuelga al cuello la medalla de oro es aquella que en la
suma de los cuatro aparatos alcanza la mayor puntuación, dando muestra de su
gran versatilidad, así como de la combinación perfecta de habilidades necesaria
para ser la mejor gimnasta. Para alcanzar esta ansiada meta las gimnastas
primero tienen que pasar una dura fase de clasificación y posteriormente
disputar la gran final, en la que solo tienen cabida las mejores (existiendo en
muchos casos limitación de número de gimnastas de un mismo país) y las que no
han cometido errores graves en la clasificación.
Los
campeonatos mundiales de Gimnasia artística se vienen disputando desde 1903 en
Amberes, pero no fue hasta la X edición celebrada en Budapest en 1934 cuando se
produjo la aparición de las pruebas femeninas, con la disputa únicamente de la
competición por equipos y el Concurso Completo (aunque no se disputó una final
como tal, sino que la clasificación se casó de los resultados obtenidos por las
gimnastas en los ejercicios de equipos), siendo la gran vencedora la
checoslovaca Vlasta Dekanova, siendo la plata para la húngara Margit
Kalocsai y el bronce para la polaca Janina Skyrlinska. Cuatro
años después, en Praga, Dekanova fue profeta en su ciudad
natal y se volvió a alzar con el oro, pero esta vez las que la secundaron en el
podio fueron sus compatriotas Zdenka Vjerzimirskova y Matulda
Palfyeva. Sin duda, Vlasta Dekanova tiene que ser
recordada como una de las pioneras de este deporte, siendo recordada como la
mejor gimnasta anterior a la Segunda Guerra Mundial, periodo en el que estuvo
presa por pertenecer a la resistencia polaca y ejerció de enfermera de campaña
en 1945. Tras la guerra transmitió sus conocimientos como entrenadora de su
país, dirigiendo a sus pupilas al oro por equipos en 1948.
Tras
el parón forzoso por la Segunda Guerra Mundial las competiciones mundiales no
se reanudaron hasta 1950, cuando en Basilea se produjo la irrupción de la
polaca Helena Rakoczy, quien fue la indiscutible dominadora de este
mundial, colgándose el oro con una puntuación total de 94,016 puntos, superando
ampliamente a la sueca Ann-Sofi Pettersson con 91,700 y a
la austriaca Gertrude Kolar con 91,000. Además, Rakoczy recopiló otras
tres medallas de oro y una de bronce en las pruebas por aparatos en la primera
ocasión en la que se otorgaban medallas de manera independiente. Helena
Rakoczy también fue medallista en los siguientes campeonatos del mundo
celebrados en Roma en 1954, aunque en esta ocasión solo pudo ser bronce,
viéndose superada por la checoslovaca Eva Bosakova que fue plata y por la
soviética Galina Shamrai, que se alzó con el oro mundial, el primero de
muchos para las gimnastas de la Unión Soviética.
Con
anterioridad al título mundial de Shamrai, en la primera cita olímpica
para la gimnasia artística femenina en el Concurso Completo que aconteció en
los JJOO de Helsinki 1952, su compatriota Maria Gorokhovskaya se había alzado
con el primer oro olímpico individual en esta especialidad, en unos juegos
donde la superioridad de las gimnastas soviéticas fue casi aplastante, con
siete de las componentes del equipo entre las nueve mejores (curiosamente Shamrai
solo fue octava), solo viéndose importunadas por las húngaras, que colocaron a Margit
Korondi en el podio con el bronce y a la gran Agnes Keleti en sexta
posición. La medalla de plata fue para la soviética Nina Bocharova. En estos
Juegos Maria Gorokhovskaya se convirtió en la deportista con más
medallas en una misma cita olímpica al conseguir siete metales, dos oros y
cinco platas en total.
En
los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956 comenzó uno de los legados más
importantes como es el que dejó la soviética Larisa Latynina, una de
las más grandes gimnastas de la historia, logrando un trabajado oro sacando
sólo tres décimas a Agnes Keleti, que fue plata, siendo el bronce para la también
soviética Sofia Muratova. Estaba claro que había llegado para dominar la
Gimnasia Artística femenina y se sobreponía a cualquier contratiempo, como el
hecho de proclamarse campeona mundial en Moscú en 1958 estando embarazada de
cuatro meses de su hija Tatyana, y su cosecha de oros no quedó ahí, puesto que
logró todos los posibles menos en Suelo donde “solo” pudo ser plata.
En
las olimpiadas de Roma 1960 Larisa Latynina se volvió a alzar
con el oro del Concurso Completo comandando a la imparable armada soviética,
que coparon las cuatro primeras posiciones, siendo la plata para Sofia
Muratova, que de esta forma mejoraba el bronce de Melbourne, y quedando
el bronce para Polina Astakhova. Dos años después, en los mundiales de Praga
1962, Larisa Latynina volvió a ser la reina indiscutible, pero se
encontró con una rival muy dura que venía despuntando en los últimos años con
el octavo puesto de los JJOO de Roma y el bronce en el Europeo de Leipzig en
1961, y no era otra que la checoslovaca Vera Caslavska, siendo el bronce
para otra soviética, Irina Pervuschina. Este primer gran
duelo entre dos de las mejores de la historia se decantó del lado de Latynina
por menos de tres décimas (78,030 por 77,732 de Caslavska).
Había
llegado el momento del cambio de hegemonía, y el Tokyo Metropolitan Gymnasium
fue el testigo del mismo cuando Vera Caslavsca se colgó el oro
olímpico en 1964 por delante de Larisa Latynina con más de medio
punto de ventaja. Había llegado el momento de la checoslovaca, e incluso Polina
Astakhova estuvo muy cerca de quitarle la medalla de plata a su “jefa
de filas”, pero finalmente se tuvo que conformar con repetir el bronce de Roma
por 33 centésimas de punto.
En
los mundiales de Dortmund’66 Vera Caslavska continuó con su
supremacía, ganando el oro en al Concurso Completo y conduciendo a
Checoslovaquia a una victoria por equipos desbancando a la hasta ese momento
todopoderosa URSS por un margen tan escaso como 38 milésimas de punto (383,625
por 383,587). Aun así, en la prueba individual no lo tuvo nada fácil, puesto
que, aunque su gran rival en los años anteriores, Larisa Latynina, no pasó
del undécimo puesto en su última participación oficial (habiendo cosechado en
su palmarés un total de 18 medallas olímpicas con nueve de oro, así como 14
medallas en mundiales), fue la también soviética Natalia Kuchinskaya quien
puso en serios aprietos a la checoslovaca, pero pudo resistir el empuje de la
nueva ola soviética y mantener la primera posición. El bronce en este evento
fue para la japonesa Keiko Ikeda, abanderada de una nueva
hornada de grandes gimnastas provenientes del país del sol naciente.
No
tuvo nada fácil Vera Caslavska repetir el oro olímpico en los Juegos de México
1968, puesto que debido a su clara oposición a la invasión soviética de su país
en la llamada “Primavera de Praga” y ser una clara defensora del movimiento
democrático, se vio forzada a aislarse y entrenarse con medios precarios,
recibiendo el permiso para desplazarse a México en el último momento. Aun con
todos esos condicionantes en contra y otros derivados de las puntuaciones de
los jueces, Caslavska se impuso al bloque soviético y se colgó el oro en el
All-Around (además de diferentes medallas en todos los demás eventos) por
delante de la soviética Zinaida Voronina que fue plata y de Natalia
Kuchinskaya, bronce. Como protesta por el trato recibido por los
jueces, en las dos ocasiones en las que estuvo en el podio y sonó el himno
soviético bajó la cabeza en signo de protesta. Su actitud contraria al nuevo
régimen político de su país le supuso una serie de impedimentos para la
práctica deportiva que derivaron en el hecho de verse forzada a la retirada de
la Gimnasia.
En
los mundiales de Ljubljana de 1970, ya sin Caslavsca como gran rival, las
soviéticas volvieron a lo más alto del podio, siendo Ludmilla Tourischeva (quien
acabó en la posición 24 dos años antes en México) quien se hizo con el oro,
encontrándose como principal rival a la alemana democrática Erika
Zuchold, quien lideraba una generación de jóvenes gimnastas procedentes
de la Alemania oriental que iban a presentar seria oposición al bloque
soviético. No obstante, tanto el oro por equipos como la medalla de bronce en
el Concurso Completo fueron para la URSS, siendo este bronce para Zinaida
Voronina.
Sin
tener la repercusión mediática de otras de sus compatriotas, Ludmilla
Tourischeva se afianzó como la mejor gimnasta de principios de los 70,
como demostró una vez más consiguiendo el oro olímpico en Munich’72 por delante
de la alemana democrática Karin Janz y de la también soviética
Tamara
Lazakovich. Fue considerada como claro exponente del estilo soviético
clásico, caracterizado por “gracia, elegancia, forma impecable y técnica
fuerte”. También revalidó su título mundial en Varna’74, superando ampliamente
a su compatriota Olga Korbut por 8 décimas y a la alemana democrática Angelika
Hellmann en más de punto y medio.
En
los Juegos Olímpicos de Montreal se produjo la eclosión (aunque un año antes ya
se había proclamado campeona de Europa en Skien) a nivel mundial y mediático de
una joven talento de sólo 14 años proveniente de la emergente cantera
gimnástica rumana: Nadia Elena Comaneci.
Y
es que aquellos Juegos Olímpicos de 1976 han marcado un antes y un después en
la Gimnasia Artística Femenina, puesto que la actuación casi perfecta de Nadia
Comaneci supuso un gran relanzamiento de este deporte. Logró el oro en
el Concurso Completo con 79,375 por delante de las soviéticas Nellie
Kim y Ludmilla Tourischeva, plata y bronce con 78,675 y 78,625
respectivamente. Fue la primera gimnasta en recibir la puntuación perfecta de
los jueces, el 10,000, una cifra con la que fueron calificados siete de sus
ejercicios.
Mucha
gente considera a Nadia Comaneci como una de las gimnastas más influyentes de la
historia, y una de las que la tiene como tal es Tania Gener, diploma olímpico como componente
del equipo español que acabó quinto en los JJOO de Atenas 2004, que al respecto
me comentaba lo siguiente:
“Mi gimnasta favorita siempre fue
Nadia Comaneci, de las que yo veía por la televisión.
Obviamente sobra decir de Nadia que
fue, es y será la mejor gimnasta de la historia, venga quien venga, por sus
ejercicios tan tan increíbles y limpios”.
En
los mundiales de Estrasburgo 1978 se produjo un triplete soviético comandado
por Elena
Mukhina, siendo escoltada en el podio por Nellie Kim y por Natalia
Shaposhnikova, dejando fuera del cajón a una Nadia Comaneci que se
tuvo que conformar con la cuarta posición pese a haber quedado segunda en las
preliminares. La diosa fortuna no estuvo del lado de la prometedora Mukhina,
quien en un entrenamiento en Minsk cuando luchaba por formar parte del equipo
olímpico sufrió un accidente que la dejó seis meses sin habla y postrada en una
silla de ruedas el resto de su vida.
En
el congreso de la FIG en Roma en noviembre de 1977 se decidió cambiar el ciclo
de los mundiales, pasando de celebrarse cada cuatro años a cada dos, lo que
hizo que la vigésima edición se celebrase en 1979 en Fort Worth, Estados Unidos,
Nadia
Comaneci llegaba como gran favorita tras haber conseguido su tercer
campeonato europeo consecutivo, y más aún después de ser la mejor en los
ejercicios obligatorios, pero antes de los libres tuvo que ser hospitalizada
por una infección en la sangre provocada por un corte en la muñeca con la
hebilla de sus calleras. Aun así, Comaneci realizó su ejercicio en la
Barra de Equilibrio, y su 9,95 fue decisivo para que Rumanía se proclamase por
primera vez campeona del mundo por equipos. En el apartado individual y ante la
ausencia de Comaneci, fue la soviética Nellie Kim quien se alzó con el oro
por delante de la alemana democrática Maxi Gnauck y de la rumana Melita
Ruhn.
Moscú
1980 se presentaba como un duelo entre Nadia Comaneci y la armada
soviética, que jugaba en casa. El entrenador rumano Bela Karoly había
designado como principal rival de su pupila a Yelena Davydova, y la
gimnasta de Voronezh hizo buenas sus palabras y se impuso en el Concurso
Completo dando muestras de ser una gimnasta innovadora, superando a Nadia
Comaneci y a Maxi Gnauck, que compartieron la
medalla de plata a solo 0,075 de la soviética. Llamativas fueron las airadas
protestas de Karoly por las puntuaciones recibidas por Comaneci, le que le costó
una seria reprimenda del gobierno de su país.
Repitió
Moscú como sede de una gran competición, en este caso de los mundiales de 1981,
y el dominio soviético fue aplastante, copando al completo el cajón con Olga
Bicherova en lo más alto, escoltada por Maria Filatova que fue
segunda y por Yelena Davydova en tercer lugar. Dos años después, en el
mundial de Budapest’83, continuó el dominio soviético, aunque con diferentes
protagonistas, puesto que el oro fue para Natalia Yurchenko y la plata para Olga
Mostepanova. Esta hegemonía sólo se vio rota por el bronce que se colgó
al cuello la rumana Ecaterina Szabo.
El
boicot del bloque del Este de Europa marcó lo acontecido en los Juegos
Olímpicos de Los Ángeles 1984, puesto que el oro del Concurso Completo fue para
la local Mary Lou Retton, una inesperada sorpresa puesto que, si bien es
cierto que no estaban las soviéticas, sí que estaban las rumanas, pero ni Ecaterina
Szabo que fue plata ni Simona Pauca que fue bronce pudieron
frenar a la sorprendente gimnasta estadounidense, lo que planteaba un nuevo
escenario para la Gimnasia Artística. La española Laura Muñoz realizó una
gran actuación y ocupó la decimoquinta plaza final.
Todo
volvió un poco a la normalidad en los mundiales de Montreal’85, cuando el podio
fue copado por gimnastas cuyos países habían secundado el boicot a Los Ángeles,
y nuevamente las dos primeras posiciones fueron para gimnastas soviéticas,
ocupando la primera plaza Oksana Omelianchik y la segunda Yelena
Shushunova, mientras que el tercer lugar del podio fue para la alemana
democrática Dagmar Kersten.
La
nueva hornada de gimnastas rumanas comenzaba a llamar con fuerza a la puerta de
los grandes títulos, y ello se pudo comprobar en los mundiales de Rotterdam
1987 cuando Aurelia Dobre desbancó al bloque soviético y se hizo con el oro
siendo su compatriota Daniela Silivas bronce,
intercalándose entre ellas Yelena Shushunova para colgarse la
plata.
Se
presentaba apasionante el duelo entre soviéticas y rumanas en los Juegos
Olímpicos de Seul’88, y lo cierto es que la pugna fue apasionante,
especialmente el que tuvieron por el oro Yelena Shushunova y Daniela
Silivas, repartiéndose un par de dieces para cada una en la gran final
y que se decantó por escasamente 0,025 puntos en favor de la soviética. La
pugna por el bronce fue mucho más abierta puesto que fueron dos soviéticas y
dos rumanas las que se disputaron ese último peldaño del podio, siendo
finalmente la soviética Svetlana Boginskaya quien se llevó
el gato al agua superando a Daniela Potorac, Natalia
Laschenova y Aurelia Dobre. Y también se pudo
comprobar la progresión de las gimnastas españolas cuando en un evento tan
importante como esté, con todas las mejores gimnastas del mundo, Eva
Rueda ocupó una más que meritoria 18ª plaza.
Este
duelo que protagonizaron Yelena Shushunova y Daniela
Silivas marcó a las generaciones posteriores, y una de esas personas
que vivió con pasión aquel enfrentamiento directo fue Verónica Castro, componente del equipo
nacional español que logró el diploma olímpico por equipos en los Juegos de
Atlanta 1996 y medallista de bronce en el campeonato de España absoluto ese
mismo año, que me ha contado lo siguiente:
“Yo nado entre dos aguas con la
Gimnasia, pues mis ídolos no pueden ser mas parejos y a la vez más dispares…
Comencé a admirar (pues a practicar y
amar empecé un poco antes) la Gimnasia viendo los Juegos de Seúl. Ahí fui
consciente de la magnitud de mi deporte y a mis 9 años, me enamoré de Silivas y
Shushunova y su eterna lucha: la niña feliz y pizpireta, digna sucesora de
Comaneci, contra la mujer más fría y perfecta de la URSS.
Esa lucha también era mía, pues las
admiraba y me gustaban casi por igual, aunque confieso que quizá por su rictus
y a mis pocos años me tiraba un pelín más la rumana; aunque ahora con la
experiencia y los años me decante más por la rusa.
Así que si tengo que escoger a día de
hoy me quedo con la inmensa Yelena.
Su gimnasia seria, perfecta, que
parece fácil y eso sólo lo consigue la perfección más absoluta y el trabajo
duro. Me flipa su concentración, su elegancia, y sobre todo recordar sus
ejercicios y darme cuenta que casi 40 años después tienen dificultad y
perfección suficiente como para pelear hoy en día por estar arriba.
Para mí, hablar de Gimnasia es
hacerlo de ellas: Daniela Silivas y Yelena Shushunova (que en paz descanse y
eterna en mi memoria)”.
En
este punto es cuando yo tomo partido y me mojo, eligiendo a Svetlana
Boginskaya como la gimnasta que más me ha marcado a lo largo de la
historia. Quizá no sea la mejor, quizá sus dificultades no fuesen las más
complicadas, quizá…, pero lo que sí es seguro es que tenía una elegancia y
estilo único, una forma de entender la Gimnasia Artística un poco diferente
puesto que la “diosa de la gimnasia”, como muchos la llamaban (su apellido
deriva del término ruso “boginya”, que significa “diosa”), sin duda era
especial, no solo por su altura, lo que marcaba una gran diferencia con la
mayor parte de sus rivales, sino también por su amplitud de movimientos y sus
coreografías. Tenía una dureza mental increíble, supo sobreponerse al suicidio
de su entrenadora de toda la vida, Lyubob Miromanova, una segunda madre
para ella tras tener que abandonar Minsk siendo una niña de ocho años para
entrenar en Moscú, solo tres días después de lograr cuatro medallas en Seúl y
fue capaz de convertirlo en una motivación extra que la llevó a consagrarse
como campeona mundial en Stuttgart’89 por delante de sus compatriotas Natalia
Laschenova y Olga Strazheva, dedicándole ese
merecido oro. También logró todos los oros posibles en los europeos de 1990. En
sus movimientos se podía apreciar una clara influencia del ballet clásico y el
haber practicado en su juventud Patinaje Artístico.
Y
he podido comprobar que no soy el único que piensa así, puesto que una
grandísima gimnasta española como Mónica Martín Cid, diploma olímpico como componente de la
selección española en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 y doble Campeona de
España absoluta en 1994 y 1995, me cuenta lo siguiente:
“Mi gimnasta favorita siempre ha sido
Svetlana Boginskaya. Tal vez no era de las más punteras, pero a mí siempre me
pareció muuuuuuy elegante, me encantaban sus movimientos y su actitud de
fortaleza.
Fue tres veces campeona olímpica con
su equipo, y la llamaban el “Cisne Bielorruso” por como ya te dije antes, su
forma de moverse”
Indianapolis’91
fue el escenario de un gran duelo a cara de perro entre Boginskaya y la local Kim
Zmeskal, decantándose el oro para la estadounidense y la plata para la
soviética, mientras que el bronce fue a parar a la rumana Cristina Bontas. La Gimnasia
española seguía al alza, y tras el 13er puesto de Eva Rueda en Stuttgart,
en estos mundiales se producía el 15º de Silvia Martínez, lo que hacía
albergar esperanzas de una buena actuación en Barcelona.
Y
llegaron los esperados Juegos Olímpicos de Barcelona 1992, y a fe que no
defraudaron lo más mínimo. De hecho, estos juegos marcaron un momento muy
especial para la que años después se convertiría en la única medallista
olímpica española en este deporte: Patricia Moreno.
Cuando
le consulté a Patricia, medallista de bronce olímpica
en Atenas 2004 en Suelo y Campeona de España absoluta en 2007, quien
había sido para ella la mejor gimnasta de la historia su respuesta fue la
siguiente:
“No tengo una sola gimnasta favorita,
en realidad tengo un equipo favorito que fue muy importante para mí, y creo que
para la Gimnasia en general. Me refiero al equipo de la antigua
Unión Soviética de Barcelona 1992. Las gimnastas que componían el equipo eran:
Svetlana Boginskaya, Tatiana Gutsu, Oksana Chusovitina, Tatiana Lysenko, Yelena
Grudneva y Rozaliya Galiyeva.
Para mi marcaron un antes y un
después en el panorama mundial de la Gimnasia. Son leyendas, se atrevieron a ir
un paso más allá, a nivel de dificultad técnica y de elegancia en cada uno de
sus movimientos.
Gracias al salto que se dio en esos
Juegos Olímpicos, nos dio a las generaciones posteriores un aliciente para
seguir avanzando en un deporte tan minoritario como es la Gimnasia. Si las
comparamos con la Gimnasia a nivel actual, a pesar del cambio de código de
puntuación, siguen teniendo grandes dificultades.
Me acuerdo de cuando las vi en sus
ejercicios…, es cuando me di cuenta que yo también quería estar ahí, ser como
ellas, quería esa perfección que nos transmitían, hacer que pareciera fácil y
después descubrir que era tremendamente complicado.
A día de hoy sigo viendo sus vídeos y
me sigo emocionando al verlas. Para mí eso es Gimnasia, esa combinación de
grandes dificultades con la expresión artística adecuada a cada una de ellas.
Me hicieron enamorarme de este
deporte, y gracias a ese equipo, me entró la pasión y devoción por este
deporte, que a pesar de no estar vinculada con él en la actualidad, sigo
teniendo la misma pasión por él que cuando competía”.
No
en vano, la competición en estos Juegos se presentaba como un duelo entre Kim
Zmeskal y Svetlana Boginskaya (oro y plata en el último mundial), pero a
la postre acabó siendo una lucha sin cuartel entre dos compatriotas de ambas, Tatyana
Gutsu (que competía bajo los colores del llamado “Equipo Unificado”
compuesto por gimnastas de la extinta Unión Soviética) y Shannon Miller, quinta y
sexta respectivamente en Indianápolis. Finalmente, esa lucha se decantó del
lado de una Gutsu que a sus 15 años fue capaz de sobreponerse a una caída
en la Barra de Equilibrio en las preliminares, pasando a la final por el cambio
por “lesión” con Galiyeva, y que se acabó llevando el oro por apenas 0,012
puntos (39,737 por 39,725) merced a la alta dificultad de sus ejercicios,
siendo el bronce para la rumana Lavinia Milosovici en dura pugna con
su compatriota Cristina Bontas y con Svetlana Boginskaya que acabó
quinta, quedando Kim Zmeskal relegada a la décima posición.
En
estos Juegos se produjo uno de los grandes momentos de la Gimnasia Artística
Femenina española, puesto que aquel maravilloso equipo compuesto por Sonia
Fraguas, Cristina Fraguas, Alicia Fernández, Eva
Rueda, Ruth Rollán y Silvia Martínez logró un histórico
quinto puesto por equipos con su consiguiente diploma olímpico, y en el aspecto
individual Sonia Fraguas logró un sensacional noveno puesto final en el
Concurso Completo, lo que unido al decimotercero de su hermana Cristina
Fraguas y al vigésimo de Alicia Fernández completó una
actuación inolvidable de este fantástico grupo de gimnastas a las órdenes de Fillo
Carballo.
Los
mundiales de 1993 se celebraron en Gran Bretaña, concretamente en Birmingham, y
tras la desmembración del antiguo equipo soviético en sus diferentes repúblicas
y la retirada de Boginskaya, la que mejor supo pescar en el rio revuelto fue Shannon
Miller, que se alzó con el entorchado mundial, aunque tuvo que sufrir
muchísimo puesto que sólo 7 milésimas la separaron de la rumana Gina
Gogean, que fue plata, y 51 de la medallista de bronce, la ucraniana Tatiana
Lysenko. Sólo un año después, en Brisbane’94, Miller revalidaba su
cetro mundial por delante de Milosovici y la rusa Dina
Kochetkova.
Los
mundiales habían pasado a celebrarse cada año, por lo que en 1995 se disputó la
edición XXX de los mismos en Sabae, Japón, con la ucraniana Lilia
Podkopayeva subiéndose a lo más alto de podio por delante de la rusa Svetlana
Khorkina y de Lavinia Molosovici.
Con
estos precedentes se llegó a la disputa de los Juegos Olímpicos de Atlanta
1996, donde la campeona mundial Lilia Podkopayeva hizo buenos los
pronósticos que la situaban como favorita y fue capaz de frenar al potente
equipo rumano que colocó hasta a tres de sus gimnastas en el podio secundando a
la ucraniana, puesto que a la plata de Gina Gogean había que unirle los dos
bronces compartidos por Simona Amanar y Lavinia Milosovici. También
se produjo la tercera aparición en unos Juegos de Svetlana Boginskaya tras
haber sido plata en el Europeo de Birmingham en su vuelta a la alta competición
tres meses antes, pero en Atlanta, defendiendo los colores de su Bielorrusia
natal, no pudo pasar del decimocuarto puesto. También hay que destacar la
decimoséptima plaza de la española Mónica Martín Cid, igualada a puntos
con la estadounidense Dominique Dawes, así como la séptima
plaza por equipos y el consiguiente diploma olímpico para el combinado español
que también conformaban Joana Juárez, Mercedes Pacheco, Diana
Plaza, Elisabeth Valle, Verónica Castro y Gemma
Paz.
La
ucraniana de Donetsk dejó huella en muchas gimnastas, y una de ellas, que la
tiene como su preferida, es Paloma Moro, diploma olímpico por equipos con el combinado
nacional español en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000 que ya había colaborado
conmigo en este blog, y que me cuenta lo siguiente de la pequeña gran campeona Lilia
Podkopayeva:
“No sé en qué momento pasó a ser mi
gimnasta favorita, ella, Lilia Podkopayeva. Mi primer recuerdo de ella fue en
el Campeonato de Europa de Birmingham, donde tuve la inmensa suerte de verla en
directo, de conocerla en persona. Sorprendentemente, su tipo de Gimnasia y su
perfil como gimnasta es lo contrario a lo que me suele gustar, que es la Gimnasia
mas americana, mas ruda, mas bruta…; sin embargo, ella pasó a ocupar el primer
puesto en mi lista de gimnastas.
Mi visión o recuerdo de ella es que
fue una gimnasta sencilla, de las que pasan desapercibidas, sin hacer ruido…, pero
llegó, lo ganó todo y se fue (veni, vidi, vici), un paso fugaz que marcó a
muchas de las niñas que “empezábamos” en esto de competir en serio. Para mí,
fue una gimnasta que teniendo un aspecto incluso más “frágil” te dejaba con la
boca abierta con sus dificultades, desafiando a las jueces con esas acrobacias
hacia delante tan poco frecuentes en aquella época, todo aderezado con su
tremenda e incuestionable elegancia y majestuosidad”.
En
el periodo comprendido entre los Juegos de Atlanta y los de Sydney se
disputaron dos campeonatos mundiales, concretamente los de Lausanne’97 y
Tianjin’99. En el primero de ellos fue Svetlana Khorkina quien se coronó
como campeona, siendo Simona Amanar plata y la rusa Yelena
Produnova bronce. En tierras chinas la que se colgó al cuello la
medalla de oro fue la rumana Maria Olaru, que se impuso a la
ucraniana Viktoria Karpenko y a la rusa Elena Zamolodchikova. Muy
destacable fue la actuación de dos gimnastas españolas, Sara Moro y Esther
Moya, que quedaron clasificadas en novena y décima posición
respectivamente, ambas por delante de la que era vigente campeona mundial Svetlana
Khorkina (11ª) y de Simona Amanar (13ª).
La
sombra del dopaje cayó como un jarro de agua fría sobre lo acontecido en los
Juegos Olímpicos de Sydney 2000 puesto que la gimnasta que logró el oro con sus
ejercicios bajo el techo del Superdome de Sydney, la rumana Andreea
Raducan, fue desposeída de su medalla y del título olímpico unos días
después al detectarse en los análisis pseudoefedrina en su organismo, una
sustancia prohibida. Raducan se había impuesto a sus
compatriotas Simona Amanar y Maria Olaru completando un podio
histórico completamente rumano, siendo cuarta la china Xuan Liu. A posteriori se
supo que Raducan había tomado poco antes de la competición, bajo
prescripción del médico de la selección rumana, un par de pastillas de un
medicamento tan común como el Nurofen para intentar paliar la fiebre y la tos
que tenía, con el grave error de que este medicamento contiene la sustancia
dopante, aunque esta no le valiese de mucho para la competición que iba a realizar.
Incluso sus propias rivales, que se habían visto favorecidas por esta
descalificación, se negaron a que se realizase una nueva ceremonia de entrega
de medallas como respeto a la que consideraban la ganadora de la competición.
Con el dopaje hay que tener tolerancia 0, es una de las mayores lacras del
deporte y todos aquellos que utilicen sustancias prohibidas para mejorar su
rendimiento merecen estar fuera del mundo del deporte, pero también hay que
valorar cada caso de forma independiente, y aquí se pudo comprobar como un
error tonto acaba tirando por tierra el trabajo de muchos años y te deja sin la
gloria olímpica. Aun así, Andreea Raducan si conservó sus
medallas de oro por equipos y de plata en Salto, puesto que en los análisis de
las muestras de estas pruebas no se encontró nada…
Nuevamente
las gimnastas españolas rayaron a un gran nivel, quedándose a un paso de lograr
el diploma olímpico individual con el noveno puesto de Esther Moya y el
duodécimo de Laura Martínez. Donde sí lograron el diploma olímpico fue en la
prueba de equipos, donde acabaron en cuarta posición con un fantástico grupo
formado por Sara Moro, Paloma Moro, Marta Cusidó y Susana
García, además de las dos mencionadas con anterioridad.
Tres
fueron los mundiales disputados entre Sydney y Atenas, aunque solamente en dos
de ellos se disputó el Concurso Completo. En Gante 2001 el oro fue a parar a
manos de Svetlana Khorkina, siendo la plata para la también rusa Natalia
Ziganshina mientras que el bronce se lo llevó Andreea Raducan, acabando
la española Sara Moro en octava posición. Dos años después, en Anaheim’03, Khorkina
volvió a repetir el oro mundial, siendo la plata para la estadounidense Carly
Patterson y el bronce para la china Zhang Nan.
Precisamente,
la campeona mundial de estas dos ediciones, Svetlana Khorkina, es una
de las elegidas por Cintia Rodríguez,
componente del equipo español de Gimnasia Artística femenina que fue la mejor
clasificada del combinado nacional que logró la clasificación para los Juegos
Olímpicos de Tokio en el mundial de Stuttgart 2019, donde además fue la única
española en disputar la final del Concurso Completo acabando vigesimoprimera
del mundo, como una de sus gimnastas predilectas de toda la historia tal y como
me contaba con estas palabras:
“Entre mis gimnastas favoritas
siempre destacaré a Svetlana Khorkina. Con su simple presencia en una pista
hacía que el resto envidiara su forma de moverse, su elegancia, y sobre todo
sus paralelas, con combinaciones imposibles e innovadoras”.
La
española Elena Gómez venía de proclamarse campeona mundial en Debrecen
2002 en Suelo, unos mundiales donde sólo se celebraron las competencias por
aparatos, y llegó a Anaheim con la ilusión de realizar un gran papel. Y lo
cierto es que todo comenzó muy bien para ella, siendo la que mejor puntuación
sacó en la ronda de calificación, pero desgraciadamente no pudo refrendar ese
puesto en la final y acabó en una más que sensacional quinta posición, el mejor
puesto nunca obtenido por una gimnasta española en unos mundiales. Y
curiosamente, cuando le pregunté a Claudia Colom, campeona de España absoluta en 2016 y componente
del equipo nacional español en los mundiales de Nanning’14, Glasgow’15 y
Montreal’17, además de octava en la calificación del Europeo de Berna 2016, sobre
quien había sido para ella la mejor gimnasta o la que más le había influido, su
respuesta fue la siguiente:
“Una gimnasta que admiraba mucho es
Elena Gómez. El motivo principal es porque era de Mallorca como yo, y que
cuando ganó la medalla de oro en el mundial fue cuando yo me estaba iniciando
en la Gimnasia.
Cuando la vi, lo primero que pensé es
que quería ser como ella. Me gustaba mucho su forma de hacer la Gimnasia. Era
elegante y a la vez hacía gran dificultad. Yo diría que era una gimnasta muy
completa”.
Y
Claudia
tampoco es la única que tiene a la manacorí como uno de sus principales
referentes, puesto que Cintia Rodríguez, también balear como ella y medalla de
bronce en tres ocasiones en el Campeonato de España absoluto, me dejaba claro
con estas sencillas palabras, que realmente dicen mucho, su predilección por ella:
“Elena Gómez creo que no necesita
ninguna descripción”.
En
esos mismos mundiales de Anaheim, justo por detrás de Elena quedó, en sexto
lugar del Concurso Completo, una joven rumana que llegaba empujando fuerte de
nombre Oana Ban, plata por equipos en ese mundial y oro en Atenas en
la misma especialidad, además de ser plata mundial en Debrecen’02 en la Barra
de Equilibrio, y que es una de las escogidas por la subcampeona europea en
Asimétricas en 2005, Tania Gener, entre sus gimnastas preferidas:
“De las que compitieron conmigo una
de mis favoritas es Oana Ban, de la que puedo decir que su potencia y su fuerza
hacía que sus ejercicios fueran increíbles, sobre todo el Suelo”.
En
los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 se repitió el mismo podio de los últimos
mundiales disputados, solo que en esta ocasión se intercambiaron el sitio las
dos primeras puesto que el oro olímpico fue para Carly Patterson mientras
que Khorkina
se tuvo que conformar con la plata, y quien si repitió bronce fue Zhang
Nan. La gran damnificada de esta competición fue la rumana Oana
Ban, quien tras clasificar en tercer lugar para la final del concurso
Completo y lograr el oro con su equipo, no pudo participar en la gran final
debido a una lesión sufrida en su último ejercicio, tirando por la borda las
muchas opciones de medalla con las que contaba a tenor de sus ejercicios
previos. En lo que a las españolas respecta, sensacional octavo puesto y
diploma olímpico individual para Elena Gómez, quien comandó a la
selección española hasta el quinto puesto en la general por equipos, teniendo
como compañeras a Patricia Moreno (medallista de bronce en Suelo), Tania
Gener, Mónica Mesalles, Laura Campos y Sara Moro.
Sólo
una milésima de punto separó el oro de la plata en los mundiales de Melbourne
2005, una milésima que hizo que la estadounidense Chellsie Memmel se
impusiese a su compatriota Nastia Liukin, hija del mítico Valeri
Liukin, en lo que supuso unos de los resultados más apretados de la
historia. El tercer lugar del podio fue ocupado por la australiana Monette
Russo, que competía en casa. La española Lenika de Simone acabó en
decimocuarta posición.
En
Aarhus, Dinamarca, se celebró otro nuevo mundial en 2006, a partir del cual se
cambió el código de puntuación, y además supuso un gran hito histórico puesto
que la italiana Vanessa Ferrari se alzaba, contra todo pronóstico, con el oro
en el Concurso Completo por delante de la estadounidense Jana Bieger y de la
rumana Sandra Izbasa. La mejor española en esta competición fue Laura
Campos en decimocuarta posición.
La
estadounidense Shawn Johnson se proclamó campeona mundial en Stuttgart 2007
liderando al potente equipo estadounidense que ganó la competición por equipos.
Junto a ella en el podio estuvieron la rumana Steliana Nistor en
segunda posición mientras que para el tercer puesto hubo un empate entre la
brasileña Jade Barbosa y Vanessa Ferrari.
Una
sensacional actuación le reportó a Nastia Liukin el oro olímpico en
Pekín 2008 por delante de su compatriota Shawn Johnson, resarciéndose en
parte de la decepción que les había supuesto el hecho de no ganar el oro
olímpico por equipos al quedar por detrás de China. Precisamente fue la china Yang
Yilin, principal exponente del tremendo potencial mostrado por su
equipo, quien se acabó llevando la medalla de bronce.
Cintia Rodríguez,
componente del equipo nacional español desde los mundiales de Rotterdam 2010, también
me ha designado a Nastia Liukin como una de sus gimnastas preferidas de todos los
tiempos:
“Nastia Liukin por su elegancia y
perfección, y por la precisión de cada uno de sus ejercicios, con dificultad
pero sin fallo”.
Tampoco
es la única que tiene a Nastia entre sus preferidas, puesto
que Tania Gener, que
además de, como ya hemos visto, ser diploma olímpico, también fue dos veces
campeona de España absoluta en 2005 y 2004, además de subcampeona en 2004, y
que me contaba esto sobre la hija del gran Valeri:
“De las que compitieron conmigo también
es una de mis favoritas Nastia Liukin, de la que siempre destacaré su limpieza,
su línea de piernas, una línea de piernas que dos piernas parecían una…,
increíble”
Las
gimnastas estadounidenses llevaban años siendo las principales referentes de la
Gimnasia Artística femenina moderna, y cuando una dejaba de estar en la cúspide
aparecía otra, y otra, y otra…, que hacía que la colecta de títulos mundiales y
olímpicos no parase, como se pudo comprobar en los mundiales de Londres 2009,
donde el oro y la plata fueron para Bridget Sloan y Rebecca Bross
respectivamente, siendo el bronce para la japonesa Koko Tsirumi.
En
los últimos años los mundiales se están disputando cada año (salvo los años
olímpicos), por lo que en 2010 se disputó una nueva cita mundial en Rotterdam,
donde pudimos ver como la gimnasia del este de Europa seguía dando guerra al
dominio estadounidense, y eso se pudo comprobar con el oro logrado por la rusa Aliya
Mustafina, con la china Jiang Yuyuan en segundo lugar y Rebecca
Bross salvando el honor estadounidense con el bronce.
En
Tokio tuvieron lugar los mundiales de 2011, y aquí todo volvió a la normalidad
con el oro de Jordyn Wieber, que devolvía a Estados Unidos la supremacía
mundial, aunque tuvo que sufrir mucho para superar a la rusa Viktoria
Komova, que fue plata, quedando el bronce para china Yao Jinnan.
En estos
mundiales participó una prometedora gimnastas canadiense llamada Christine
Peng-Peng Lee, la cual venía en una clara progresión y que quedó
decimonovena del Concurso Completo. Tras ayudar a su equipo a clasificarse para
los Juegos Olímpicos de Londres 2012 en el Preolímpico, una lesión en el
ligamento cruzado anterior en su rodilla la dejó sin el sueño olímpico. Tras
este contratiempo se centró en su carrera universitaria, formando parte del
equipo de las Bruins de la Universidad de UCLA, con la que realizó una
sensacional carrera deportiva. Y todo esto lo comento porque Cintia Rodríguez
también ha designado a Peng-Peng Lee como una de sus
gimnastas preferidas, y esto es lo que me contaba sobre ella:
“Y por último Christine Peng-Peng Lee,
que, aunque no sea tan conocida, creo que era un gran talento y demostraba
virtuosidad y originalidad en todos sus elementos, además de un carácter
competidor que más tarde demostró en la Liga Universitaria”.
En
los JJOO de Londres 2012 tuvieron lugar un par de circunstancias de esas que
dan lugar a muchas interpretaciones. En primer lugar, la estadounidense Jordyn
Wieber, vigente campeona mundial, se quedó fuera de la gran final del
All-Around al calificar cuarta pero ser la tercera de su país, teniendo acceso
a la final sólo las dos mejores de cada país. La otra circunstancia se dio en
la disputa por la medalla de bronce: Con el oro olímpico para la estadounidense
Gabrielle
Douglas y la plata para Viktoria Komova tras una dura pugna
entre ambas, el bronce, en lugar de ser compartido puesto que tanto Aliya
Mustafina como Alexandra Raisman habían logrado la
misma puntuación final, se acabó dilucidando en el desempate en el que se
tenían en cuenta las tres mejores puntuaciones de ambas gimnastas, favoreciendo
esta situación a Mustafina que había realizado un malísimo ejercicio en la Barra
de Equilibrio, y que de esta manera se subía en solitario al cajón, quedando Raisman
relegada a la cuarta posición.
Y
en 2013, en los mundiales de Amberes, fue donde comenzó el reinado de la
auténtica dominadora de la Gimnasia Artística femenina mundial en los últimos
años: Simone Biles.
Lo
cierto es que no lo tuvo fácil puesto que su compatriota y compañera en la
selección estadounidense Kyla Ross estuvo comandando la
competición hasta el último aparato, pero una mayor dificultad y un ejercicio
sensacional le dieron el oro a Biles con casi un punto de ventaja
sobre Ross, que se tuvo que conformar con la plata, teniendo que
conformarse la vigente campeona Aliya Mustafina con el bronce. Al
año siguiente Simone Biles retuvo el título mundial en Nanning’14, como
también sucedió en Glasgow’15, siendo el podio completado en la ciudad china
por la rumana Larisa Iordache y por Kyla Ross, mientras que en la
escocesa la escoltaron Gabrielle Douglas y nuevamente Iordache,
aunque en esta ocasión un escalón más abajo.
El
dominio de Simone Biles en los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro 2016 fue
incontestable, superando en casi dos puntos a su compatriota Alexandra
Raisman, que fue plata, y en casi cuatro a la medallista de bronce, la
brasileña Rebeca Andrade. Estaba muy claro que Biles, una gimnasta con
una potencia física increíble capaz de realizar ejercicios con dificultades
solo al alcance de las elegidas, había llegado para reinar en la Gimnasia
mundial durante muchos años, y recibió el privilegio por parte de su país de
ser la portadora de la bandera en la ceremonia de clausura de los Juegos,
primera gimnasta estadounidense en recibir tal honor.
Tras
cuatro años demostrando ser la mejor gimnasta del mundo, Simone Biles se tomó en
2017 un año sabático, lo que fue aprovechado por una joven compatriota suya de
dieciséis años, nacida en China y adoptada con 11 meses de nombre Morgan
Hurd. Y es que esta gimnasta, en su primer año compitiendo en la élite
y compitiendo con gafas, fue capaz de tomar el relevo de Biles y proclamarse
campeona mundial en Montreal ante la sorpresa general, superando a rivales más
veteranas como la canadiense Ellie Black o la también joven
promesa rusa Elena Eremina, plata y bronce respectivamente.
El
retorno de Simone Biles se produjo por todo lo alto con dos nuevos títulos
mundiales en los últimos campeonatos disputados hasta la fecha, los de Doha
2018 y Stuttgart 2019. La superioridad de Biles en ambos eventos fue
demoledora, sacándole más de punto y medio a la japonesa Mai Murakami y a Morgan
Hurd en Doha, que fueron plata y bronce respectivamente, y mayor fue su
ventaja en Stuttgart, donde sacó 2,1 puntos a la china Tang Xijing que fue plata
y 2,6 puntos a la rusa Angelina Melnikova, que fue bronce.
Sin duda, tenemos en Simone Biles a una gimnasta que
marcará una época y que será recordada dentro de muchos años como una de las
más grandes, aunque todavía le queda futuro por delante, y pese a que hace unos
días se pospusiesen los Juegos Olímpicos de Tokio para 2021 por la pandemia
mundial que estamos sufriendo, seguro que entonces seguirá demostrando su
grandísima calidad.
Y
hasta aquí el repaso a las grandes campeonas olímpicas y mundiales en la
Gimnasia Artística femenina, esperando que pase lo antes posible y de la mejor
manera este mal momento a nivel mundial creado por el Coronavirus, y que
finalmente el próximo año se acaben disputando esos Juegos Olímpicos de Tokio para
que nuestras gimnastas españolas puedan vivir el sueño olímpico que con tanto
trabajo se han ganado. Pero no quiero terminar sin agradecerles su colaboración
a las grandes gimnastas que aquí han expresado su opinión personal, así como
animaros a todos a participar y que nos contéis quienes son para vosotros las
grandes “Reinas de la Gimnasia”.
Ignacio Ortiz
@00CAFETERO