El
último de los cuatro aparatos o disciplinas en las que se compite en la Gimnasia Artística
femenina sobre el que me queda hacer un repaso histórico, tras haberlo hecho
con anterioridad sobre las Paralelas Asimétricas (https://espiritucafetero.blogspot.com/2014/11/gimnasia-artistica-las-paralelas.html),
la Barra de
Equilibrio (https://espiritucafetero.blogspot.com/2016/04/gimnasia-artistica-la-barra-de.html)
donde conté con la colaboración especial de la diploma olímpico en Barcelona’92
Alicia Fernández, y el Suelo (https://espiritucafetero.blogspot.com/2019/05/gimnasia-artistica-femenina-el-suelo.html),
es el SALTO (Vault en inglés), también conocido como Salto de Caballo o Salto
de Potro.
Es
uno de los dos aparatos comunes con los hombres junto al Suelo, aunque durante
los años ha tenido algunos matices diferentes, como la colocación del potro de
salto, puesto que en las mujeres se colocaba de manera perpendicular a la
carrera mientras que en los hombres la posición era paralela a la carrera del
gimnasta. Así fue desde sus orígenes hasta los Juegos Olímpicos de Sydney 2000,
última ocasión en la que se utilizaron los potros convencionales debido a las
graves lesiones sufridas por algunos gimnastas en años anteriores. En los Mundiales
de Gante 2001 se utilizó por primera vez una nueva forma de potro unificada
para ambos sexos, una tabla de salto con una superficie acolchada y una forma
característica que ha hecho que sea bautizada por mucha gente como “La Lengua ”.
En
categoría femenina el
área de carrera utilizada para tomar impulso para el Salto es de 25 metros de larga por 1 metro de ancha. Por
delante de la tabla se sitúa un pequeño trampolín que sirve para dar impulso y
elevación antes de colocar las manos en la tabla de Salto. Las gimnastas
realizan dos Saltos en la final por aparatos, existiendo 5 categorías o grupos
de Saltos entre los que las gimnastas pueden elegir, seleccionando dos que
tengan diferente empuje o rechace en la tabla de Salto.
Una
vez hemos conocido un poco las particularidades del aparato de Salto,
comenzamos el repaso histórico con la primera campeona mundial en una final por
aparatos, que fue la polaca Helena Rakoczy en los 12º
Campeonatos Mundiales Celebrados en Basilea, aunque en los anteriores mundiales
de Praga 1938 la checoslovaca Vlasta Dekanova fue la primera en
sentar cátedra en este aparato.
Pero
antes de introducirnos más con las grandes campeonas mundiales y olímpicas,
nada mejor para conocer un poco mejor la Gimnasia Artística femenina y el Salto
que contar con las palabras de Paloma Moro, componente del equipo nacional entre 1996 y 2000, y que defendió
los colores de España en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000, donde fue diploma olímpico por equipos.
GIMNASIA ARTÍSTICA – SALTO DE POTRO por Paloma Moro
“ Gimnasia Artística. Si buscas en Google la definición literalmente
pone: “Deporte en el que se practican, con fines competitivos, una serie de
ejercicios gimnásticos sobre diversos aparatos; para los hombres son: Barras
Paralelas, Barra Fija, Anillas, Potro de Saltos, Potro con Arcos y Salto; para las
mujeres: Barras Asimétricas, Barra de Equilibrios, Caballo de Saltos y Suelo”. Si
le preguntas a algunas de las que tuvimos la suerte de hacer de nuestra pasión
nuestra vida te diremos: Horas de entrenamiento, entusiasmo, esfuerzo, risas,
dureza, momentos inolvidables, disciplina, anécdotas, lesiones, motivación …
pero, en definitiva, la vida y la familia que escogimos.
Aún recuerdo la primera vez que pisé la sala de
entrenamiento que, años más tarde, se convertiría en la casa de la mayoría de
nosotras; intenté impresionar al “Jefe”, a día de hoy me doy cuenta de que él
nunca ha dejado de impresionarme a mí, de enseñarme, de darme lecciones de vida
válidas dentro y fuera de las cuatro paredes del gimnasio.
Como pasa con las grandes cosas cuando las vives desde
dentro, estrechas lazos con algunas a cambio de que otras pasen sin pena ni
gloria. En mi caso, esas que pasaron sin pena ni gloria podrían decirse que
fueron las horas de Ballet y las Paralelas, pero, sin embargo, aquellas con las
que estreché lazos, y a día de hoy siguen ocupando un espacio más amplio de mi
memoria son el Suelo y el Salto.
Centrándonos en este último, es un aparato que como todo en
el tiempo ha tenido una gran evolución, un gran cambio. En mi época de gimnasta
el Potro de 120 cm de alto tenía una forma más rectangular y medía 160 cms de largo
por 35 cms de ancho, lo que hacía que poner las manos en ocasiones se
convirtiese en una absoluta aventura ya que en femenina saltábamos con el Potro
colocado para poner las manos en el espacio más estrecho (en masculina se
colocaba a lo largo, lo que hacía también mucho más complicada la ejecución de
los Saltos en esta categoría).
Estaba anclado al suelo por unas grandes cadenas que todas
en alguna ocasión tuvimos la mala suerte de probar aterrizando de alguna manera
más o menos desafortunada contra ellas, caídas y momentos que, aunque en su día
dolían en lo físico y en el orgullo, a día de hoy son protagonistas de grandes
carcajadas cuando los recordamos.
Si hablamos del Salto de Potro no podemos olvidar la carrera
previa de 25 metros que tenemos por delante antes de realizar el Salto
propiamente dicho. Carrera que por fácil que parezca podía llegar a amargarte
la existencia cuando de repente, el universo quería jugártela y que nunca te
coincidiese el pie con el que deberías saltar en el punto adecuado de la
carrera… eso sí, antes habías hecho 2000, pero de repente… las imperturbables
marcas, los pasos o alguna causa que aún desconocemos hacía de tu entrenamiento
de Salto un verdadero quebradero de cabeza.
En el Potro actual, que se comenzó a usar en los JJOO en
Atenas 2004, cuyas medidas son de 95 cms de ancho por 120 de largo, ya no hay
variación del aparato para masculina y femenina y su estructura hace menos
peligrosa la ejecución de los saltos.
Uno de los elementos a tener en cuenta si queremos hablar de
lesiones en este aparato es el Trampolín, ya que en los saltos en los que
entramos en rondada, poniendo las manos delante del Trampolín para así poder
entrar de espaldas al Potro a ejecutar el salto, ponemos los pies en la parte
superior del Trampolín apurando al máximo el límite, corrección que nuestros entrenadores
no se cansan en corregirnos por el peligro de lesión que conlleva salirnos por
el lateral o el extremo superior.
En mi caso, el Salto era uno de mis dos aparatos favoritos,
y es uno de los que tuve la grandísima suerte de poder realizar en los JJOO de
Sydney en los que participé junto con el equipo.”
Paloma Moro
@PaloMoro en Twitter
paloma.moro en Instagram
Tras
estas palabras de Paloma, continuamos el
paseo por la historia con la primera campeona olímpica, en los Juegos de
Helsinki 1952, que fue la soviética Ekaterina Kalinchuk, una gimnasta
que no era de las más destacadas dentro del equipo soviético puesto que ni
siquiera puntuó para la competición por equipos, no así como su sucesora en el
oro olímpico en Melbourne’56, su compatriota Larisa Latynina, una de
las grandes de la historia, que también fue campeona mundial dos años después.
El poderío ruso continuó con el oro de Roma’60 para Margarita Nikolaeva.
Entre
los Mundiales de Praga 1962 y los Juegos Olímpicos de México 1968 la gran
dominadora en las pruebas de Salto fue toda una leyenda como la checoslovaca Vera
Caslavska, doble campeona mundial y olímpica durante esos años.
Tras
el dominio imponente de la checoslovaca, fueron dos alemanas democráticas las que la
sucedieron en el palmarés mundial y olímpico, siendo primeramente Erika
Zuchold en los mundiales de Ljubljana’70 y luego Karin Buttner-Janz en Munich’72
quienes se colgaron sus respectivos oros en Salto.
Las
gimnastas soviéticas no estaban dispuestas a dejar pasar la “afrenta” de tanto
tiempo sin un oro y durante los siguientes años se empeñaron en demostrar que
eran las mejores. En primer lugar, recuperaron la supremacía mundial con el oro
de Olga
Korbut en Varna’74 y después fue Nellie Kim quien se hizo con el
triunfo en los Juegos Olímpicos de Montreal’76 y los mundiales de
Estrasburgo’78 de manera consecutiva. Por último, en sus Juegos de Moscú’80 el
oro en Salto fue para Natalia Shaposhnikova.
Antes
de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, momento que tomo siempre como
referencia para iniciar con mis recuerdos personales de los eventos deportivos
que he visto a lo largo de los años, hubo tres campeonas mundiales diferentes:
La rumana Dumitrita Turner, la alemana democrática Maxi Gnauck y la búlgara Boriana
Stoyanova.
En
los citados Juegos Olímpicos de 1984 y con el boicot de la mayor parte de los
países del Este de Europa, el oro fue una gimnasta de los del Pacto de Varsovia
que no hizo dicho boicot, la rumana Ecaterina Szabo, quien superó a la
local Mary Lou Retton y a su compatriota Lavinia Agache.
Nuevamente
la Unión Soviética
volvía a la palestra para coronarse como las reinas de la especialidad de Salto
durante los años posteriores, con dos títulos mundiales consecutivos
(Montreal’85 y Rotterdam’87) para la tristemente fallecida hace poco tiempo a
los 49 años Yelena Shushunova, el oro olímpico de mi admirada Svetlana
Boginskaya en Seul’88 (secundada en el podio por las rumanas Gabriela
Potorac plata y Daniela Silivas bronce) y otro oro
mundial en Stuttgart’89 para Olesya Dudnik.
Posiblemente
la mejor especialista española en el Salto, desde mi punto de vista (y de alguna que otra gimnasta que conozco), ha sido Eva
Rueda, quien en esta época cosechó muchos éxitos aunque no llegó a
lograr medallas en olimpiadas o mundiales, pero si se llevó el oro en los
Juegos del Mediterráneo de Atenas 1991, una plata en la final de la Copa del Mundo de Bruselas
1990, otra plata en la final de la
Copa de Europa de Bruselas 1991 y un bronce en los
Campeonatos de Europa de Atenas 1990.
Aunque
no obtuvo medalla olímpica si disputó una final de Salto, como veremos más
adelante.
Volviendo
a la cronología, en los mundiales de Indianápolis 1991 Rumanía volvió a
llevarse el oro gracias a Lavinia Milosovici, y en los Juegos
Olímpicos de Barcelona’92 el oro se lo llevaba la húngara Henrietta Onodi
compartido con la campeona mundial Milosovici, ambas con 9,925, siendo
el bronce para la gimnasta del equipo unificado Tatiana Lysenko (9,912).
Fue una final muy competida y de altísimo nivel, quedando cuarta Boginskaya,
quinta Gina Gogean, sexta Shannon Miller y séptima nuestra Eva
Rueda con 9,787, superando a Kim Zmeskal.
En
los Mundiales de Paris 1992 solo se disputaron los títulos por aparatos, y el
oro en salto fue para Henrietta Onodi, mientras que en
Birmingham 1993 quien se llevó el gato al agua fue la bielorrusa Elena
Piskun por delante de Milosovici y la uzbeka Oksana
Chusovitina, toda una clásica en este aparato.
En
los años siguientes se vivió un mano a mano entre dos rumanas, un duelo
fraticida entre Gina Gogean y Simona Amanar. Estas dos grandísimas
gimnastas se repartieron todos los oros olímpicos y mundiales entre 1994 y 1997,
con dos oros mundiales para Gogean (Brisbane’94 y San Juan’96,
donde las españolas Elisabeth Valle y Joana Juárez fueron cuarta y sexta
respectivamente) y otros dos para Amanar (Sabae’95 y Lausana’97).
Entre medias se disputaron los Juegos Olímpicos de Atlanta, siendo el oro para Amanar
y el bronce para Gogean, intercalándose entre las dos grandes especialistas la
china Mo Huilan.
Precisamente
en estos Juegos Olímpicos aconteció uno de los sucesos más relevantes en la
historia del Salto, aunque se produjo durante la competición por equipos, y fue
protagonizado por la estadounidense Kerry Strug.
La
hazaña de Kerry Strug sobreponiéndose al sufrimiento extremo durante la
final por equipos de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996 forma ya parte de la
leyenda y la épica olímpica.
El
conjunto de Estados Unidos, las “7 Magníficas”, estaban luchando a cara de
perro contra Rusia por el oro en el concurso general por equipos. Ambos países
estaban muy igualados y todo se iba a decidir en la última rotación, con
Estados Unidos por delante en la puntuación general y con el Salto como último
aparato. Dominique Moceanu tuvo la oportunidad de asegurar el oro pero
cayó “de culo”, por lo que todo quedaba en manos de la última gimnasta en
saltar, Kerry Strug.
Realizó
su primer salto, y ante la expectación del público le ocurrió lo mismo que a Moceanu,
cayendo de la misma manera, pero con la desgracia de lesionarse en el tobillo
izquierdo… Y aquí se produjo el hecho que pasó a la historia, cuando Strug,
animada por todo el público estadounidense y arengada por el entrenador Bela
Karolyi se sobrepuso al dolor y realizó un segundo salto sensacional,
cayendo firmemente con el pie derecho, pero rápidamente cojeando con el izquierdo
y cayendo de rodillas en la misma colchoneta debido al insoportable dolor que
sufría… pero ya había realizado la hazaña y la puntuación de su salto fue
suficiente para darle el oro a su país.
En
una de las imágenes más entrañables y emocionantes de la historia del
olimpismo, Kerry Strug fue llevada en los brazos de Bela Karolyi hacia el
podio para recibir junto a su equipo la muy merecida medalla de oro.
De
vuelta nuevamente en la cronología, quien rompió la supremacía del tándem Gogean-Amanar
fue la rusa Elena Zamolodchikova, que en los mundiales de Tianjin’99 superó
a Amanar,
que fue plata, mientras que la española Laura Martínez acabó en octava
posición de la final.
Muy
cerca de las medallas se quedaron dos gimnastas españolas en los Juegos
Olímpicos de Sydney 2000. Elena Moya llamó con fuerza a las
puertas de la gloria olímpica cuando su primer Salto en la final fue el mejor
puntuado con 9,762 (el mejor salto de toda la final), pero pinchó en el segundo
donde solo logró 9,475 puntos para una media de 9,618, finalizando en cuarta
posición. También se quedó cerca Laura Martínez, que acabó quinta con
9,612 de media, a solo seis milésimas de Moya. El oro fue para la campeona
mundial Elena Zamolodchikova, que con 9,731 superaba a la rumana Andreea
Raducan (9.693) que fue plata mientras que el bronce fue para la rusa Yekaterina
Lobaznyuk con 9,674. Sexta en esta final fue Amanar.
Una
compatriota se interpuso en la racha imparable de Zamolodchikova, y esa fue
Svetlana
Khorkina, que se hizo con el mundial de Gante 2001, pero su reinado le
duró solo un año puesto que en Debrecen 2002 Zamolodchikova recuperaba
su corona mundial, para acabar perdiéndolo el año siguiente a manos de Oksana
Chusovitina, que se llevó el oro que llevaba tantos años buscando
relegando a la rusa a la medalla de plata compartida con la norcoreana Kang
Yun Mi.
Quizá
una de las mayores sorpresas que se habían producido hasta ese momento en las
grandes competiciones de Salto fue el oro olímpico en Atenas 2004 de la rumana Monica
Rosu, porque aunque se había proclamado campeona de Europa unos meses
antes, no era ni mucho menos la favorita, pero sin embargo superó con bastante
solvencia a todas sus rivales, totalizando una media de 9,656 en sus dos
saltos, muy por delante de los 9,481 que le dio la plata a la estadounidense Annia
Hatch y los 9,475 de la rusa Anna Pavlova, lo que dejaba fuera
del cajón a Elena Zamolodchikova, que quedó cuarta con 9,412.
Las
gimnastas chinas estaban preparando a conciencia sus Juegos Olímpicos, y una de
las que más en serio se tomó eso fue Cheng Fei, que de manera consecutiva
se hizo con los tres oros mundiales previos a la cita de Pekín, los de
Melbourne’05, Aarhus’06 y Stuttgart’07.
Había
llegado el momento que Cheng Fei llevaba años soñando, la
cita olímpica en su propia casa, Pekín 2008 donde partía con la vitola de gran
favorita, y más aún tras convertirse en la heroína nacional en la competición
por equipos.
Fue
la mejor en la calificación, y en la final obtuvo la mejor puntuación con el
primero de sus saltos, pero en el segundo falló cayendo de rodillas y se quedó
sin el oro, que fue a parar a la norcoreana Hong Un Jong, que había
sido cuarta en los últimos mundiales. Y no solo perdió el oro, sino que también
se vio superada por Chusovitina, que defendiendo la bandera alemana se hizo con la
medalla de plata, relegando a Cheng Fei al tercer puesto y la
medalla de bronce.
Un
nuevo orden llegaba al Salto femenina impuesto por las gimnastas
estadounidenses, logrando un total de cuatro títulos mundiales consecutivos. Esta
racha fue iniciada por Kayla Williams en Londres’09 y
continuada en Rótterdam’10 por Alicia Sacramone. La única que hizo
doblete, y de forma consecutiva, fue McKayla Maroney quien se impuso en
Tokio 2011 y Amberes 2013.
Esta
supremacía estadounidense tuvo un fuerte revés en los Juegos Olímpicos de
Londres 2012 cuando el favoritismo de KcKayla Maroney, que había realizado
un gran primer salto, se vio truncado por la caída en su segundo, lo que la
relegaba a la medalla de plata por detrás de la rumana Sandra Izbasa, que
devolvía a Rumanía viejos laureles ya casi olvidados en el tiempo, siendo el
bronce para una prometedora rusa llamada Maria Paseka.
Una
lesión en la rodilla dejó a Maroney sin la posibilidad de
conseguir una tercera corona mundial consecutiva, lo que fue aprovechado por la
campeona olímpica de Pekín, la norcoreana Hong Un Jong, para hacerse con el
oro mundial en Nanning 2014.
Maria
Paseka venía apuntando muy fuerte y se acabó consagrando a nivel
mundial en Glasgow’15 con su primer oro mundial, algo que repetiría dos años
después en Montreal’17. Desgraciadamente, una operación de espalda la dejará
sin la posibilidad de defender su cetro mundial dentro de unos días en Doha,
mostrando un gran paralelismo con lo que le sucedió a McKayla Maroney unos años
antes.
Y
tal y como le pasó a Maroney, otra muestras más del
curioso paralelismo que relaciona los logros de estas dos gimnastas, entre los
dos títulos mundiales de Paseka se disputaron unos Juegos
Olímpicos, en este caso los de Rio de Janeiro 2016, donde la estadounidense Simone
Biles se pudo resarcir de las dos platas y el bronce que había
cosechado en los tres últimos mundiales para llevarse un oro muy merecido de
manera casi aplastante, puesto que fue la mejor en la calificación y en la
final totalizó una media de 15,966 (fue la única gimnasta en superar los 16,000
durante toda la competición, lo que hizo en tres de los cuatro saltos juntando
calificación y final), muy por delante de Maria Paseka que fue plata con
15,253 y la suiza Giulia Steingruber, bronce con 15,216.
El
último gran evento disputado hasta la fecha ha sido el mundial de Doha 2018,
donde Simone Biles se hizo con su primer oro mundial en Salto con la
que seguro no ha sido su mejor desempeño pero que fue lo suficiente para
sacarle más de ocho décimas a la canadiense Shallon Olsen que fue
plata y a la mexicana Alexa Moreno que fue bronce.
En
unos días tendremos la posibilidad de ver si Simone Biles será capaz
de revalidar su entorchado mundial en Stuttgart, en unos campeonatos mundiales
que seguro que depararán grandes emociones y donde esperamos que las gimnastas
españolas tengan una gran actuación.
Para
terminar con este repaso a la historia del Salto lo haré realizando una mención
especial a una de las más grandes de la especialidad, Oksana Chusovitina, que
en Rio’16, con 41 años de edad, disputaba sus séptimos Juegos Olímpicos, una
hazaña incomparable, participando en la final de Salto tras haber sido 5ª en la
calificación (14,999) y acabando en 7ª posición con un total de 14,833 puntos.
Todo un ejemplo de constancia y superación, algo muy propio de la Gimnasia Artística
Femenina.
Por último, no
quiero cerrar este texto sin dar un agradecimiento muy especial a Paloma Moro por su amabilidad y por
aportarnos sus propias vivencias para ayudarnos a conocer un poco mejor el
mundo de la Gimnasia Artística femenina.
¡¡¡¡¡MUCHAS GRACIAS!!!!!
Ignacio Ortiz
@00CAFETERO